¿Quién fue el que dijo que no se puede volar sin alas? Era la pregunta que se hacía una y otra vez mientras buscaba en el frío aeropuerto la banqueta más cercana al cristal. Allí,
acurrucada entre recuerdos e hilvanando sueños locos, observaba el ir y venir
de aviones entre la arena de gente que se movía a su alrededor.
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